viernes, 3 de diciembre de 2010

Peripecias bárbaras


Tomada de Flickr

Es cualquier sábado de un mes sin importancia. Mis amigos y yo disponemos la noche sabática para ver una película y compartir juntos, en mi casa, un momento agradable. La realidad: Ciudad Guayana hace más de tres años no tiene comercios de renta de películas originales. Nuestro centro más representativo, Blockbuster, se fue de la ciudad en 2006, y poco tiempo después de toda Venezuela. Remataron las películas que alquilaban a un bajo precio, pero yo, lamentablemente no me enteré.

—Vamos a la Plaza del Hierro a ver qué conseguimos. Aunque dudo que encontremos Juana de Arco—, sugiere Josué Cheremo, uno de mis amigos con los que frecuentemente compartimos una noche de películas en mi casa, los sábados. —Está bien, si no encontramos a Juana, veremos qué hay de la cartelera actual que se pueda ver sin problemas—, le respondo. Para nosotros encontrar una película en “formato” significa conseguir el filme que buscamos, con su respectivo menú y sin sombras de personas que aparezcan en la borrosa escena que se logra ver muchas veces, y por supuesto con un audio nítido.

Lo cierto es que en Ciudad Guayana, quienes quieran ver una película en su casa deben ir a comprar en los centros piratas. —Ok, primero vamos a ir al Local Amarillo, para ver si Enardo tiene lo que buscamos—, ordena Jeannine Massiah, mi novia y compañera desde hace 6 años. Encontrar un negocio en el que vendan las películas como las buscamos, en este caso el Local Amarillo, -cuyo dueño es Enardo Arostegui- representó una tarea de meses, que implica conocer a la mayoría de los productos que venden los casi 30 comercios que se distribuyen asfixiadamente, uno al lado de otro, en una pequeña vereda frente a la Plaza del Hierro, en Puerto Ordaz.

Trance locatario

—Mami ¿qué buscas? Aquí tenemos el tres pol dos, pero como tú eres una reina, te llevas cuatro y pagas dos—, le susurra de manera insinuante a mi novia - Jeannine-  uno de los tantos vendedores que se agrupan para acorralarte mientras caminas por la acera. —Tranquilo hermano, mi novia no busca nada en tu local respondo inmediata y tajantemente acompñado de una mirada fulminante. Sin embargo, llegar al Local Amarillo puede representar un largo camino cuando, por el tráfico desastroso que colapsa la vereda, los vehículos se amontonan de manera desordenada, obligándote a estacionarte lejos de tu destino.

Los vendedores postulan a toda voz su mejor oferta. Discuten entre sí. —Hola Enardo, ¿Me conseguiste Juana de Arco?—, pregunto en voz alta, pues el dueño del Local Amarillo está lejos de la entrada, girando su cabeza más rápido que un ventilador para evitar que cualquier ágil ladrón le quite alguna mercancía. —No chamo, no he podido, además tú sabes que aquí nadie busca eso. Sólo tú. Lo que me falta es que me digas que quieres ver Campanita—, me responde irónicamente, porque es cierto, nadie busca en esos locales algún clásico del séptimo arte. Sólo unos pocos. Sólo cinéfilos.

 —Mira, pero tengo Avatar, la edición especial que están dando en el cine. Eso sí, no me pidas La Hora Cero, porque nosotros apoyamos el cine venezolano. Cuando la quiten, la vienes a buscar—, repone seguidamente de ver la decepción en mi rostro. Una decepción que surge como una frustración al ver que en nuestro país, la última tienda, y electrónica, de venta de DVD’s originales de Venezuela (tiendacinesunidos.com) cerró a finales de 2009 por la poca demanda de material cinematográfico legal. Con tres opciones que no llegaron a nuestras salas de cines, ahora estamos en la sala de mi casa, sentados apunto de realizar la votación para elegir una que nos plazca a todos ver.  ¡Qué lamentable es tener que conformarnos con esta situación!

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